miércoles, 1 de julio de 2009

MI DEFINICIÓN LITERARIA DE LA MANZANA

Incitante fruto comestible con personalidad definida, en cuatro diversos tipos:






La joven y tímida manzana verde. Adolescente cuya esencia está en desarrollo. De aroma discreto, tacto firme, sabor acuoso y aspecto inexperto. Porta un vestido de tono alimonado, luce formas redondeadas y pueriles. A la vista refleja una apariencia de alegría y juego.




La seductora y soberbia manzana roja. Enfundada en un vestido de satín rojo, enamora a los que posan su vista en ella con su forma estilizada. Conoce sus encantos y orgullosamente los exhibe mediante su notorio sonrojo borgoña, evocando los labios que no se cansan de ser besados. Su poder de seducción es tal que puede atrapar y envenenar al degustar su jugosa pulpa, cuyo sabor se adivina por medio de su perturbador perfume.

Es tan deliciosa, altanera y provocativa que evita la compañía; su soberbio paladeo y madurez, proyecta tentación y lujuria.







La sofisticada y notoria manzana rayada. De formas insinuantes, menos pretenciosa que la roja, de aroma sofisticado. Posee tanta seguridad en sí, que sabiendo que es menos provocativa y jugosa que las anteriores, no teme acentuar sus encantos en compañía de un trozo de canela o de un terrón de azúcar.


De elegante y vanguardista atavío, en una aún estilizada figura, aprovecha las líneas verticales para lucir su madurez plena y sofisticación. Sabe que no necesita perturbar con su perfume, brillo o firmeza, ya que sus tonos ácidos al paladar son sólo producto de la experiencia adquirida a través del tiempo, lo cual la transforma en una clase diferente y majestuosa.


La sabia manzana amarilla. Es aquélla redonda, de tonos ámbar, que se cosecha en invierno. De apariencia menos firme y pulposa, al paladar adolece de jugo, es arenosa, empero, más dulce y armoniosa. Es maternal, cura los entuertos a través del sacrificio de sus limitados jugos y martirizada al prensarla para elaborar compotas. Al sumergirla en agua en ebullición, sana con su abrazo al alma agobiada.

Parte de la madre naturaleza, sapiente que no incita y trasciende a través de su calor, dulzura y maestría, en consuelo del sujeto que la degusta.

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